sábado, 6 de febrero de 2016

Lucía

- Venga Lucía, sólo quedan dos mesas.

Me doy fuerza en el espejo del baño mientras miro mi reflejo cansado en él. Agarro la goma que siempre suelo llevar en mi muñeca y recojo mi cabello en una cascada de pelo rizado color cobre, aunque siempre dejo escapar algunos mechones por los lados.

Mi madre siempre me decía de pequeña que para peinarme así, no lo hiciera. Una cola de caballo requería TODO el pelo recogido, y yo, como buena hija, la seguí desobedeciendo.

Salgo del baño y una de las mesas me llama haciendo un gesto de garabateo en el aire
- "La cuenta" - Dice el chico moviendo los labios sin voz.

Genial, hoy había sido un día muy bueno por ser festivo. Aunque mis pies hormiguean y la espalda pide a gritos una superficie plana sobre la que caer en plancha. Menos mal que en mi piso tengo gel efecto frío para el siguiente dolor de piernas que voy a tener.

Me dirijo al TPV y pico mi foto en el ordenador... mesa 7:
* Dos refrescos
* una sultana de coco
= 4.50€

Queda una mesa. Voy viendo el final de este largo día por fín mientras voy lavando la cubertería sucia del fregadero.

La puerta de la cafetería se abre, yo maldigo por lo bajo hasta comprobar que es Ricardo. Su pelo rubio y motoso ondea por el pasillo mientras yo sigo lavando con cara de camarera hasta los coj... cojines.

- Hey Lu. - Saluda. Mi expresión no cambia. - ¿Qué? ¿Día largo?
- Ahá. - Contesto sin dejar de lavar.

Él se apoya con mucha pesadez en la barra, siempre parecía cansado.
- Yo he estado en la biblioteca. Me van a salir telarañas en los codos de tanto estudiar.
- ¿Y cómo lo llevas? - Pregunto, mientras que arqueo la ceja para ver por encima de él si la mesa que me falta por irse necesita algo. No.
- Mejor dejémoslo en que lo llevo, que no es poco. - Sonríe, el muy cabrón.

Siempre dice que "lo lleva" o "ahí va..." y despues saca sobresalientes. Qué rabia de gente. Yo era de las que decía "ahí lo llevo" y suspendía con un 3.5 Já, ¡eso es llevarlo ahí! Aunque en realidad no debería sentirme orgullosa de ello.

- ¿Cómo va tu propósito de cambiar de trabajo?
- El propósito lo tengo - contesto - Pero ninguna empresa interesada ahora mismo...
- Pronto, si Dios quiere.
- Dios tiene overbooking... -Sonrío y le veo reir... era la misma sonrisa que cuando tenía 5 años, no había cambiado para nada.

En la radio suena Hello de Adele. No hay manera de librarse de esa canción... donde quiera que vayas te encontrará.

De pronto, la chica de la mesa comenzó a subir la voz y discutir con su compañero. Eran asiáticos ya que tenían los ojos rasgados y no había quien les entendiera...

- La china tiene la regla fijo
- Shhh, espera. - Me asomo por encima de la barra y abro los ojos como platos. - NO.
Ricardo mira la situación
- Oh, ya verás como sí.
- No, me digas que va a a hacer lo que creo que va a hacer...

La chica asiática estaba en pie sosteniendo un vaso por encima de la cabeza del chico. Volcó el vaso derramando todo el refresco que éste contenía y poniendo al chico y la cafetería perdidos.
Tapé mi boca totalmente abierta por el shock mientras Ricardo se reía por lo bajo.
Cogí papel, mucho papel y me dirigí a la mesa. El chico no apartaba su mirada gélida de ella, incluso con el pelo y la ropa totalmente mojados por el refresco.
Reparé en que la chica me estaba mirando.
- ¿Qué quieres?
- Por favor señorita, voy a tener que pedirle que se comporte - Advertí
 Ella sin más dilación, reventó el vaso de cristal contra la mesa cortándonos la cara tanto al chico como a mí.

Ergí mi cuerpo y me puse cara a cara con ella con un leve movimiento de pies. Me fulminó con la mirada. No le interesaba nada el corte que le hizo en el tabique al chico o el que yo tenía en la mejilla.

Hervía de rabia.

- Haz el favor de recoger este desorden - y en tono de superioridad añadió con rintintín - "Camarera".

El chico le dijo algo en su idioma que la hizo enfurecer más. Se miraban a los ojos como quien mira un atasco en hora punta. Con la mano en alto se dirigía a él, otra vez.

El colmo.

En sentido contrario a su dirección, la cogí del pelo y con un movimiento rápido puse su brazo hacia atrás, en su espalda. Ella no podía moverse, y menos con esos tacones (Si no estás preparada para una pelea, no la busques). Así que fue fácil de echar a la calle agarrada del cabello.

- Ni se moleste en volver, gracias. - Terminé diciendo mientras bajaba rápidamente la persiana metálica para que no entrara. Loca.

Volví a la barra.
- Ricardo, nos vemos otro día, tengo trabajo por aquí.
Automáticamente se levantó de la silla.
- Si necesitas algo avisame, no te fuerces mucho.

 Miré en dirección a la mesa del chico. Él estaba limpiando todo el estropicio y de pronto fijó su mirada en mí. Era tarde y necesitaba ya descansar, tal vez debería limpiar mañana. Me dirigí a su mesa y le quité el trapo de la mano suavemente.
- Gracias... pero de eso me ocupo yo - Sonreí, no quería que se ofendiese.- Vamos, entra, miremos ese corte tan feo.

Agarré su brazo y le llevé hacia el cuartillo, allí tenía un botiquín bastante completo ya que no era raro cortarnos o quemarnos en este local... Saqué povidona yodada (betadine de toda la vida...), gasas, suero fisiológico y un poco de tela adhesiva.

¿Qué pensaría él de haber sacado a su acompañante de esas maneras de la cafetería? ¿Estará molesto?

Limpié la herida con suero fisiológico. Sangraba, bastante.

O también, ¿Qué pensaría de haberme tomado la libertad de meterle aquí conmigo del brazo? Los asiáticos para eso he oído que son muy despegados.

Sequé cuidadosamente

Y me descubrí mirándole. Tal vez fuese el asiático más atractivo con el que me he cruzado. No atractivo de "ídolo de masas", era atractivo a mi manera. Normalmente los canones de belleza generales no coincíden con los míos.
Él estaba atento a mi, a mis movimientos y supongo que al embobamiento momentaneo que acababa de terminar al darme cuenta de que sus ojos me miraban. Sacudí mi cabeza mentalmente.

- Esto va a escocer - Dije, seguido de un chorro de betadine directo a la herida. Nada, ni se inmutó.

Siguió mirando cada movimiento de mis manos, y mi cara. No articulaba palabra alguna.

Pegué un trozo de gasa en el apósito adherente y lo coloqué cuidadosamente sobre su nariz. Para otras cosas no sé si serviría, pero para poner apósitos era profesional. Admiré mi obra por un momento y sonreí.

- Terminado.

Aparté por fin mis ojos de él y cerré el botiquín.

- Eh, espera. -Su mano agarró la puerta del botiquín que yo todavía no había soltado, dejando mi mano atrapada. Todas las terminaciones nerviosas de esa parte de mi cuerpo se activaron...- Tú también tienes un corte.

 Me hizo dar media vuelta y empujó mi cuerpo contra la encimera suavemente. Enrojecí. Dios mío.

Curó mi herida con el mismo procedimiento. Al echar Betadine sonó la persiana metálica.

- Mierda...

Mi jefe entraba por la puerta y yo no sabía qué iba a hacer al ver aquí un chico metido...

- ¡Lucía! ¿Todavía no has terminado de limpiar? ¡No te voy a pagar horas extras porque seas lenta limpiando!

El chico asiático me miraba desconcertado.
- Dame - dije arrebatándole las gasas de las manos.

Acto seguido entró Sergio por la puerta del cuartillo.
- ¿Qué estás haciendo tanto ra...? ¿Quién es este?
- Sergio...
- No, fuera, en serio. - Estaba furioso, se le notaba a leguas.
- Pero déjame que te explique.
- Perdona... ¿Tu nombre...?
- Takumi, Takumi Saito.
- Bueno, Takumi, ¿Te importaría dejarnos a solas?








jueves, 21 de mayo de 2015

Frío enero de 2018


Le vi a lo lejos, caminando decididamente en mi dirección. Sus pasos firmes confirmaban, como de costumbre, la seguridad que tenía en sí mismo. Su fortaleza tanto física como mental.
Iba acercándose más.
Toqué mi pelo largo, alborotado, casi naranja, y comencé a jugar con él nerviosa.
¿Me saludaría? ¿Pararía su paso firme para hablar conmigo?
Cuanto más metros se acercaba, más me impacientaba...
Ya le tenía a unos escasos tres metros. Dos. Uno.
Y como una ráfaga pasó por mi lado sin decir ni un simple adiós, dejando como único recuerdo su aroma a Ultraviolet de Paco Rabanne que provocó un pellizco en mi estómago.
Otra vez volvíamos a ser dos extraños, dos almas que una vez estuvieron unidas y que ahora tienen una barrera tan grande y gruesa que hace imposible todo atisbo de comunicación entre ellos.
Entonces, parada como una estúpida y secándome las lágrimas de mis ojos, supe que toda nuestra historia ya era basura.