jueves, 21 de mayo de 2015

Frío enero de 2018


Le vi a lo lejos, caminando decididamente en mi dirección. Sus pasos firmes confirmaban, como de costumbre, la seguridad que tenía en sí mismo. Su fortaleza tanto física como mental.
Iba acercándose más.
Toqué mi pelo largo, alborotado, casi naranja, y comencé a jugar con él nerviosa.
¿Me saludaría? ¿Pararía su paso firme para hablar conmigo?
Cuanto más metros se acercaba, más me impacientaba...
Ya le tenía a unos escasos tres metros. Dos. Uno.
Y como una ráfaga pasó por mi lado sin decir ni un simple adiós, dejando como único recuerdo su aroma a Ultraviolet de Paco Rabanne que provocó un pellizco en mi estómago.
Otra vez volvíamos a ser dos extraños, dos almas que una vez estuvieron unidas y que ahora tienen una barrera tan grande y gruesa que hace imposible todo atisbo de comunicación entre ellos.
Entonces, parada como una estúpida y secándome las lágrimas de mis ojos, supe que toda nuestra historia ya era basura.














No hay comentarios:

Publicar un comentario